Por Alejandro Fiorito*
Gráfico 1
Fuente: Mecon, mensual, 2003-2013
La imagen de una “maquinita” que
imprime billetes al impulso de las necesidades del gobierno de turno, es casi
un argumento obligado en un ascensor, en la cola de un banco o en un taxi, como
referencia a una obvia implicación inflacionaria de sentido común en la
Argentina.
Aunque trascendiendo la vulgata y
a pesar de ser la inflación un tema demasiado debatido en nuestro país, existe
y persiste una confusión básica entre correlación y causación del nivel de
precios y la cantidad de dinero que da pábulo a la versión popular.
La relación observada en el
primer gráfico entre cantidad de circulante (M3) (o diversos agregados
monetarios) y el nivel de precios (IPC) para la argentina es un dato que nadie
puede negar desde que en una economía moderna las transacciones se pagan con
dinero. La dificultad reside en demostrar la fortaleza de la cadena causal
entre las variables en una dirección (de M a P) y no en otra (de P a M).
Por caso, con la misma lógica que
subyace en este tan extendido aserto monetarista, el siguiente gráfico podría ser
leído con la implicación que la inflación (IPC) genera crecimiento (Pib).
Gráfico 2
Fuente: Ferreres, 2010 anual 1980-2013
En economía, como en otras
disciplinas, aún con altísima correlación, como sugieren los gráficos, las causalidades
suelen resultar espurias[1]
o sin sentido y por ello no es tan simple demostrar una hipótesis. Ese es el
caso de la tan difundida interpretación monetarista de la inflación.
Frecuentemente diversos analistas
económicos, trocan confusamente a la demanda en general y al gasto público en
particular por el acto de “emisión monetaria”, como si el acto mismo de emitir
moneda tuviese alguna acción causal per sé.
Omitiendo entonces que la acción
del banco central normalmente obedece a las demandas de los agentes privados y
públicos, conformando lo que actualmente en todo el mundo -academia y bancos
centrales- se considera como endogeneidad del dinero (aún en los casos donde la
base monetaria resulte parcialmente exógena).
En efecto, aún las explicaciones,
que distan de ser heterodoxas, como las de Blinder
(1997), Taylor (1999) y Romer (2000), han definido un “nuevo consenso”
macroeconómico donde el dinero es “endógeno” y donde los bancos centrales sólo
determinan la tasa de interés efectiva a la que prestan dinero pero no
controlan el dinero en circulación. De esta forma, el nuevo consenso
macroeconómico reconoce que la tasa monetaria de interés no está determinada
por la productividad de los factores de producción, sino fijada exógenamente por
el banco central.
Desde una visión alternativa a la
convencional, aca, aca y aca el dinero también es endógeno y la tasa de interés exógena. En
efecto, la creación monetaria está basada en la demanda solvente de crédito (los
bancos centrales no obligan a los bancos privados a prestar a insolventes como podría
llegar a deducirse del planteo monetarista de un multiplicador monetario). Por
lo que la causalidad esgrimida para la inflación es la inversa: mayores precios
impulsados por mayores costos, implican mayores cantidades de dinero.[2]
Correlación empírica no es
causación teórica
Es más, aún si aceptáramos dicha explicación
de “emisión” arbitraria y exógena por parte del banco central, no aparecen claros
los canales causales por los cuales dicho incremento de dinero haría subir el
nivel de precios. Incluso si la hipótesis de exogeneidad del dinero supusiera inflación
por “exceso de demanda” con la idea del dinero como un bien más, dicha
explicación fallaría en no tener en cuenta que:
1-las economías capitalistas
transitan un normal estado de uso no pleno de su capacidad productiva ni de
recursos;
2-en dichas economías se manifiesta
una oferta flexible a los aumentos de la demanda (el producto potencial se
mueve con el producto efectivo); ACA
3-existen canales de
esterilización, por los cuales los bancos centrales regulando las tasas de
interés logran vender bonos y letras del tesoro;
4-y finalmente, en el caso
específico de nuestro país, que hoy transitamos por niveles mínimos en los
últimos años del grado de utilización de la capacidad productiva.
Lo que en el actual contexto económico
de nuestro país sí podría suceder es que un “excedente de pesos no deseados” puede
probablemente volcarse hacia activos como la compra de divisas y lograr en
algún caso agudizar la restricción externa. En ese sentido, el "exceso" monetario
en pesos debido a un diferencial nominal de tasas de interés negativas (y no a "emisión"), podrá generar alza de precios sólo si presionara sobre las reservas
del banco central, (vía compra de divisas o principalmente por mayores importaciones inducidas) y lo
obligara a una depreciación de la moneda doméstica. Pero otra vez, el canal inflacionario
sería por costos (tipo de cambio y repase a precios) y no por “exceso de demanda”.
Existen por supuesto regresiones
y correlaciones abonando la explicación alternativa donde mayores costos,
implican mayores precios y por lo tanto una demanda de mayor cantidad de dinero.
También existen para la Argentina (evidentemente, la puja distributiva entre
salarios-tasa de ganancia y el tipo de cambio son los causantes de la elevación
de costos que impactan sobre el índice de precios)[Aca]
Lo que debe quedar claro es que la
causalidad sólo puede ser argumentada y fundamentada por medio de la teoría
económica, en tanto cualquier resultado econométrico a lo sumo podrá ofrecer correlaciones
sofisticadas, pero simplemente como sustento de una argumentación teórica
coherente y cuya cadena causal sea plausible de ser observada.
Realizar afirmaciones de
causalidad en base a regresiones y correlaciones sin elucidar los canales
efectivos de transmisión, solo hace perdurar un diagnóstico equivocado de las
causas de un fenómeno. Aunque como muchas creencias pueda ser avalado masivamente.